Piazzolla logró condensar en su arte lo melancólico y oscuro. Innovador del tango, mezcló en sus composiciones elementos clásicos y modernos.
Un día como hoy, cumpliría cien años Astor Piazzolla. Bandoneonista, compositor y mente maestra del tango, innovador arriesgado y reconocido mundialmente como uno de los músicos más importantes del siglo XX.
Alumno y miembro de la orquesta de Aníbal Troilo, Piazzolla se armó de conocimientos y rompió el paradigma de lo que era «hacer tango»; algo que le valió enemigos, críticas y la nunca mal valorada etiqueta de provocador. Llegó a declarar que La Cumparsita era «el peor tango jamás compuesto» y se animó a polemizar con figuras renombradas del tango más antiguo, el que brilló hasta los años 40, bailable, con olor a vejestorio y letras que rozaban la misoginia.
Con perspectiva innovadora, Piazzolla logró introducir en el género aspectos del Jazz y de compositores como Stravinsky y Bartok, sin alejarse del tango y renegando siempre del conservadurismo limitador. Su estilo se pulió como una voz única e irrepetible, símbolo de la esencia porteña, urbana y melancólica.
Primeros años
Marplatense de nacimiento, Astor llegó a este mundo el 11 de marzo de 1921 en el seno de una familia de inmigrantes italianos. En 1924 la familia se mudó a Nueva York, donde transitó la mayor parte de su infancia.
Víctima de la poliomielitis, arrastró durante su infancia una incapacidad en sus piernas que lo alejó de los deportes de forma absoluta. Para animar a su hijo, Vicente Piazzolla (su padre, el famoso «Nonino») le compró un bandoneón y lo alentó a aprender música.
Claro, de forma autodidacta, puesto que en Estados Unidos era imposible encontrar instrumentistas de tan extraño aparatejo. Aprendió algunas cosas en un breve viaje a su país natal, pero la mayor parte de su ejecución fue obra de la curiosidad y una estrella con la que sólo nacen algunos elegidos.
«El Zorzal» conoce a Astor Piazzolla
Piazzolla conoció a Carlos Gardel en Manhattan en 1934, cuando su padre, nostálgico de la patria rioplatense, lo encomendó a llevarle un presente al «Zorzal». A Gardel le cayó tan bien que al año siguiente lo invitó a participar de su película «El día que me quieras«, donde interpretó a un niño canillita. Por esas épocas, Astor Piazzolla le mostró a Gardel sus dotes con el bandoneón y el cantor le vaticinó un gran futuro.
Tanto así, que lo invitó a unirse en una gira tanguera por el continente que estaba desarrollando la orquesta gardeliana. Pero a Vicente le pareció que su hijo de 14 años era demasiado joven para todo lo que implicaba una gira musical, por lo que rechazó la oferta. En esa gira, Gardel y su orquesta perdieron la vida en un trágico accidente aéreo.
Carrera musical
En su prolífica y polémica carrera musical, Piazzolla lanzó 84 discos en Argentina y el mundo. Además, incursionó en bandas sonoras para cine y algún intento de operita que no cosechó el éxito de sus creaciones «arrabaleras»; así, entre comillas, porque la crítica llegó a tildarlo absurdamente de academicista y estilizado, como alejado del verdadero aire argentino.
Quizás por haber vivido en Nueva York o haber estudiado música en París, como si el tango fuera privilegio y berretín de los cantores y músicos de antros oscuros y caldeados de la vieja Buenos Aires.
«Sí, soy enemigo del tango; pero del tango como ellos lo entienden. Ellos siguen creyendo en el compadrito, yo no. Creen en el farolito, yo no. Si todo ha cambiado, también debe cambiar la música de Buenos Aires»
Motivado por afianzar su estilo propio, formó en 1957 el «Octeto Buenos Aires». Su entusiasmo se basaba en lograr un tango renovado que no canse, que invite a ser escuchado. Posteriormente, vino el «Quinteto Nuevo Tango», con el que grabó varios éxitos como «Adiós Nonino» -dedicado a la memoria de su padre-, las cuatro estaciones porteñas, «Buenos Aires hora cero», «Milonga del ángel» y demás.
Pero no se detuvo allí. En la década de los ’80 inauguró lo que implicaría sin lugar a dudas un esforzado intento por acercarse a la cultura joven: el «Octeto Electrónico«, con muchas influencias del jazz rock y la incorporación de instrumentos modernos como baterías, bajos eléctricos, órganos eléctricos y sintetizadores. Algo que, naturalmente, le valió críticas y exigencias respecto a su anterior quinteto.
La muerte de Piazzolla
Ciudadano ilustre de la ciudad a la que logró ponerle música de fondo, Piazzolla disolvió su último conjunto en 1989. Un año después sufrió un infarto cerebral en un hotel de París, del que jamás se recuperó. Tras una agonía de 2 años, finalmente murió, era el 4 de julio de 1992.
Pero con ese ángel de los que logran la heroica hazaña de perdurar en el tiempo, Piazzolla nos deja un legado inamovible, inescrutable y fiel a sí mismo. En los agudos lamentos de su bandoneón, se eterniza el genio, la chispa y la sutil invitación a correrse de la comodidad de lo conocido.
Felices cien años, Astor Piazzolla